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Historia de Puerta de Tierra

 

El Bohío

El bohío fue la vivienda más distintiva de los indios antillanos, una choza rudimentaria, pero tan perfectamente compatible con el clima caribeño que el diseño básico influyó en la arquitectura española del Caribe durante los próximos 500 años. Al llegar a las islas los indios aruacos que emigraron  desde América del Sur, habían encontrado que el terreno y la flora eran muy diferente a las densas selvas de su hábitat original. Montañas, cerros, mesetas y llanos reemplazó la monotonía de las selvas planas a lo largo de la cuencas de los ríos de su tierra natal. Los materiales disponibles para la construcción de casas también eran diferentes a los que se encuentran en el continente. Hasta las sesenta especies de palmera difieren sustancialmente de los árboles del hogar suramericano de los aruacos. La majestuosa palma real (roystonea regia) dominaba gran parte del paisaje del Caribe. La arquitectura distintiva de los indios se tejió alrededor de este árbol magnífico.

Las casas de los nativos que Colón y sus acompañantes encontraron en Cuba y La Española, las isla mayores en las cuales desembarcó en su primer viaje, eran bohíos, hechos totalmente de las partes de la palma real y la cual proveía toda las materia prima para construir el refugio perfecto. El conjunto de construcciones indígenas tenía un diseño evolucionado a través de centurias y el más ideal para el clima del Caribe, como las haciendas de los españoles eran propias para el clima europeo. La palma real tiene un tronco recto y liso de tonalidad gris, que puede crecer hasta 100 pies, y culmina en un exuberante penacho de hojas verdes, o pencas, que brotan con cada luna nueva de sus gruesas bases verdes, conocidas como yaguas. Las yemas florales se forman en la base de las hojas (a veces llamadas frondas) y se alargan bajo la vaina foliar. Envolviendo la flor en desarrollo se encuentra una vaina en forma de bote (espata) de 0.9 a 1.5 m de largo que emerge cuando la hoja se desprende. El tronco de la palma resultó ser resistente al ataque de insectos y la podredumbre, sin embargo, era fácil de tallar y dar forma.

Los bohíos primitivos fueron inicialmente chozas redondas de palos, ya sea con paredes de tejidos o paredes hechas de cañas o palos rectos, entrecruzados o amarrados entre los postes. Los techos eran cónicos, dispuestos alrededor de un poste central, forrados con hojas de palma o de paja de caña. Al evolucionar, el diseño básico de las viviendas indígenas tomaron la forma de tienda tradicional. Un marco rudimentario era construido inicialmente de fajas del tronco de la palma, un material denso y fibroso que tiene cualidades flexibles. Abierto en los dos extremos, este marco se techaba con las pencas de la palma. Los extremos triangulares abiertos de la cabaña en forma de carpa se tapaban luego con paredes hechas de pedazos de las yaguas de la palma, las gruesas bases de las frondas, que es elástica y resistente al agua. Estos se tejían con largas fibras, obtenidas del centro de la copa y de tiras de corteza de la palma. La pared frontal del bohío incluye una puerta que puede ser cerrada con un bastidor cuadrado hecho de la misma manera que las paredes.
 

Algunos de los araucos migratorios trajeron con ellos su diseño de viviendas construidas en lo alto de horcones, sobre el agua en los lagos. Estas comunidades descubrieron que la palma real también proporcionaba material excelente para este diseño de casa, la barbacoa. Incluso los pilotes fueron construidos del tronco de la palma real, una madera que se hace más fuerte al absorber agua, y es resistente a la putrefacción. Estas barbacoas eran de dos plantas, la vivienda en la plataforma superior y otra plataforma al nivel del agua, que se utilizaba durante el día para trabajar y preparar los alimentos. Esta plataforma inferior también sirvió como un punto para anclar la canoa y un lugar para la fabricación de redes de pesca y el tejido de trampas para peces. Escaleras conectan los dos niveles. Las barbacoas a base de pilotes estaban vinculadas entre sí y con la tierra firme por pasarelas de madera y puentes tejidos. Más de 500 años después, cuando algunas familias cubanas dividían las habitaciones de techos altos de las primeras mansiones coloniales de La Habana en dos niveles debido al hacinamiento, llamaron las nuevas unidades familiares barbacoas.

En un clima donde el candente sol hacía necesaria la fresca sombra, aguaceros tropicales de lluvias torrenciales hacían necesario un refugio vital, y los peculiares huracanes del Caribe hacían esencial la protección contra los fuertes vientos, el bohío indio era ideal. Era fresco y seco, y casi a prueba de viento, como las cuevas y grutas que las tribus indígenas habían habitado en un principio. Tomaba poco tiempo para construir, y todo el material de construcción procedía de una sola fuente. Tan perfectamente adaptado al clima del Caribe fue el diseño del bohío antillano y los materiales con los cuales se construyó la primitiva estructura , que, muchos años después que la población indígena habían sido exterminada, el bohío continuó siendo una característica del paisaje de las Antillas Mayores.

La población negra, cercana a los indios por compartir su condición de subalternos, se adaptó a las nuevas condiciones apropiando de éstos sus tecnologías de vida cotidiana. En la apropiación es común la reinterpretación, traducir o adaptar lo nuevo a los códigos conocidos, pasarlo por el crisol de la cultura. Es de esperarse que en este proceso incorporaran sus conocimientos y la memoria de sus comunidades ancestrales.

 En un dibujo de San Juan de 1625 se presenta tanto el bohío cónico de origen taíno como el de forma rectangular, parecido al caney taíno que conocemos. No obstante, notamos una variación en la orientación de su entrada, lo que sugiere una reintervención que lo acerca más al tipo africano de la casa yoruba. Los tres bohíos rectangulares que aparecen en el plano de 1625 tienen el techo con su lado ancho hacia el espacio público y su entrada por ese mismo lado. El caney taino que conocemos era de forma rectangular, con su entrada y fachada principal en la parte mas angosta y su distribución interior hacia la parte más profunda. Distinto al caney, la casa yoruba no tenía balcón o patio exterior cubierto. Ambos modelos tenían dos compartimientos interiores, el espacio de uso común y la habitación. La rápida desaparición de la población indígena en la ciudad hace pensar que los habitantes negros pudieron tomar iniciativas importantes en la construcción de los barrios.

 Como consecuencia del eventual predominio de la población negra y el establecimiento de un asentamiento propio en Cangrejos dos siglos más tarde, pudieron resultar dominantes algunos elementos de la cultura africana, aunque las tecnologías y manejo de los materiales mantuvieran elementos de la cultura taina. La ilustración de una vivienda cangrejera de finales del siglo XIX, rectangular y con sus paredes empañetadas como las casas africanas, revela la posible influencia de un modelo africano. La organización de los barrios, basada en el batey o patio, toma de los conceptos espaciales de ambas culturas.

El naturalista francés André Pierre Ledrú describe en sus crónicas del 1797 las características de las viviendas campesinas de la época, Ledrú observa: "Clávanse en tierra de 12 a 20 maderos unidos entre sí por medio de otros transversales, y a 2 metros de elevación se forma el piso con tablas, que tienen regularmente de 15 a 16 metros cuadrados, y se cierra el todo con 'yaguas' atadas a unas cuantas varas que rodean el edificio aseguradas a los principales maderos, y el techo se cobija o con las mismas 'yaguas, o con hojas secas de cañas: los bordes inferiores del techo se hacen salir a alguna distancia, tanto para defender los costados de la casa de la lluvia, cuanto para evitar el calor y protegerla de los vientos. Esta clase de casas se dividen interiormente en 3 departamentos; el del frente, que es muy abierto, sirve para tener en él los niños y desempeñar algunos trabajos caseros; el segundo, que tiene grandes puertas, se colocan los muebles y los utensilios de cocina; el último, más estrecho y cerrado, sirve de almacén y dormitorio para la familia: en vez de vidrieras, úsanse en las ventanas cortinas de gasa, rejas o contraventanas. El calor no permite el uso de colchones, y ordinariamente se duerme en catres forrados de lienzo; los ricos colocan sobre ellos un gran pabellón de gasa o muselina a que llaman mosquitero, el cual permite la circulación del aire y no deja pasar los insectos". Una apertura se dejaba naturalmente en un lado del bohío oblongo y una puerta equipada con bisagras en bucles hechas del mismo material.

Con el tiempo, esta cabaña con piso de tierra, de una sola habitación se estilizó para incluir una ventana rudimentaria, y las paredes estaban a veces cubiertas de barro o arcilla. En algunos casos, las paredes estaban formadas por un entramado de varas y ramas, cubiertas de paja, barro y cal para parecerse más al estilo de las casa a las cuales los colonos españoles estaban familiarizados en su país de origen. Algunos bohíos se hicieron lo suficientemente grandes como para incorporar divisiones, formando dos o más habitaciones. Sin embargo, el diseño básico del bohío de una sola habitación predominaba. Estos todavía se podían ver a mitad del siglo XX en las zonas rurales más remotas de Cuba, La Española y Puerto Rico. No tenían saneamiento, y muchos tenían todavía un piso de barro. Sin embargo, algunos bohíos campesinos estaban totalmente equipados y algunos incluso tenían aire acondicionado y televisión.

La demanda de más espacio y comodidad produjo gradualmente otra modificación en el diseño original de bohío. El siguiente refinamiento arquitectónico importante fue la adición de una galería o porche para la parte delantera de la estructura, dando cobija encima de la puerta y ventana única, si la hubiere. Esto se hizo mediante la construcción de dos o más postes a unos pocos pies de la pared frontal de la cabaña, y ampliar el techo de paja a los soportes, reforzada por el marco de las varas de palma y forrado por debajo con Yaguas. Por lo general, esta adición tenía una inclinación menor que la del techo principal. Pronto, el bohío amerindio se hispanizó, adquiriendo un parecido muy similar a los edificios agrícolas básicos en la remota campiña de España.

En otras partes del Caribe, las paredes básicas del bohío fueron después sustituidas por tablas de madera o fajas, y a menudo un piso de madera que se añade, por lo general elevado del suelo. Suelos altos eran particularmente importantes en las islas donde las sabandijas y las serpientes sobre todo, eran frecuentes. Por lo tanto, el bohío original se convirtió en el modelo estándar para el hogar o la vivienda básica en toda la región. Por otra parte, el diseño resultó ser muy eficaz para hacer frente a vientos muy altos, mientras que la versión moderna, con paredes de madera y techos de zinc, es menos resistente a las borrascas y los huracanes del Caribe. Pronto se descubrió que durante los fuertes vientos, el estilo aireado de los primeros bohío permitía que las presiones de aire en el exterior y el interior se igualaran, mientras que la estructura cerrada de las viviendas más recientes podrían desintegrarse durante un huracán.

Esta era la vivienda del jíbaro — nombre extraído de una tribu indígena descendiente de los antiguos aruacos. Este nuevo personaje era la rica aleación del taino, el español y el negro africano, mezcla precursora del puertorriqueño, nacida por circunstancias históricas, culturales y geográficas.

Fuentes:
André Pierre Ledrú, Viaje a la isla de Puerto Rico. Ediciones del   Instituto
  de Literatura, Universidad de Puerto Rico, 1957. (Traducido al castellano
  por Julio L.  Vizcarrondo).

- Andrew Gerald Gravette, Architectural Heritage of the Caribbean: An A-Z of
  Historic
  Buildings, Markus Wiener Publishers Inc., 2000
- Edwin R. Quiles Rodr
íguez, San Juan tras la fachada, Instituto de Cultura
  Puertorriqueña,2003